Roberto Loera haría lo que fuera por su familia. Eso incluyó dejar su tierra natal de México y vivir y trabajar en Colorado para poder ofrecerles una mejor calidad de vida a su esposa María y a sus dos hijos, Roberto Jr. y Abel. Pasó años trabajando en los centros de ski durante la temporada alta y regresando a México para estar con su familia durante la temporada baja.
Finalmente, se enteró de que estaban aprobadas las visas de su familia. Roberto compartió esa alegría con su profesional de seguros, Leila Martínez. Ella sabía todo el tiempo y el esfuerzo que Roberto le había dedicado a esta oportunidad, y le preguntó si había pensado en un seguro de vida para proteger el futuro financiero de la familia. Roberto entendió de inmediato la importancia de esta cobertura, debido a que María no trabajaría. Y logró contratar una póliza por menos de US$ 20 mensuales.
Menos de un año después de que se reunió la familia, Roberto supo que los terribles dolores de cabeza que tenía provenían de un tumor cerebral. Si bien los doctores no pudieron extraerlo por completo, Roberto pudo regresar a trabajar. No obstante, tan solo nueve meses después, supo que el tumor había reaparecido y se había diseminado, y no fueron efectivos ni la cirugía ni el tratamiento. Los doctores dijeron que solo tenía unos meses de vida.
Uno de los días en los que se sintió más orgulloso fue cuando recibió su ciudadanía, y tan solo dos semanas después, Roberto falleció a los 47 años. La comunidad que lo amaba le dio a la familia el apoyo emocional que necesitaba. Y la póliza de seguro de vida de Roberto le dio el apoyo financiero que también necesitaba. Eso le dio a María tiempo para superar el duelo y le brindó a Roberto el funeral que se merecía. También pagó las facturas médicas y cubrió los gastos diarios mientras María buscaba trabajo. Ella también logró ahorrar dinero para los sueños universitarios de Roberto Jr. y Abel. “El seguro de vida de Roberto realmente fue una bendición”, destaca María. “Es algo que cada familia debería tener”.